Esta vez me centraré en la visión que tienen algunos escritores del siglo XVIII sobre el amor y como lo plasman en sus textos, sobre todo me centraré en la escuela salmantina a la que pertenecen estos dos autores.
Empiezo por uno de los más ilustres poetas de esta época Juan Meléndez Valdés que aunque estudió Derecho sucumbió al poder de la escritura.
Este poema con aires de rococó muestra el lado más erótico del poeta, una moda a la que se unieron muchos autores del siglo XVIII.
Cuando mi blanda Nise
lasciva me rodea
con sus nevados brazos
y mil veces me besa,
lasciva me rodea
con sus nevados brazos
y mil veces me besa,
cuando a mi ardiente boca
su dulce labio aprieta,
tan del placer rendida
que casi a hablar no acierta,
y yo por alentarla
corro con mano inquieta
de su nevado vientre
las partes más secretas,
y ella entre dulces ayes
se mueve más y alterna
ternuras y suspiros
con balbuciente lengua,
las partes más secretas,
y ella entre dulces ayes
se mueve más y alterna
ternuras y suspiros
con balbuciente lengua,
Meléndez Valdés sobrepasa los límites
de la sensualidad anacreóntica con su poesía erótica, esta es una de las
veintitrés odas que componen la obra Los besos de amor, en el que el
poeta describe de la manera más real posible como es dar un beso utilizando un
lenguaje evocador y muy subjetivo. El beso se va intensificando con caricias,
abrazos…hasta que el poeta, como él mismo describe, es anegado por la gloria
del amor, quizás describiendo la culminación del acto sexual. El poema llega a
ser pornográfico si tenemos en cuenta las numerosas descripciones que nos da.
ora hijito me llama,
ya que cese me ruega,
ya al besarme me muerde,
y moviéndose anhela,
entonces, ¡ay!, si alguno
contó del mar la arena,
cuente, cuente, las glorias
en que el amor me anega.
Jovellanos, más dedicado a los ensayos
y al género epistolar también escribió poemas de tema amoroso como este bello
soneto A Enarda. En el le confiesa su amor, su pasión esperando que
nadie más sea participe de este sentimiento que siente hacia ella para
que nadie pueda burlarse.
Quiero que mi pasión, ¡oh Enarda!, sea,
menos de ti, de todos ignorada;
que ande en silencio y sombras embozada,
y ningún necio mofador la vea.
Sea yo dichoso, y más que nadie crea
que es con tu amor mi fe recompensada;
que no por ser de muchos envidiada,
crece la dicha a más sublime idea.
Amor es un afecto misterioso,
que nace entre secretas confianzas,
mas muere al soplo de mordaz censura;
y sólo aquel que logra, ni envidioso
ni envidiado, cumplir sus esperanzas,
colma su gozo y fija su ventura.
En ese poema podemos comprobar lo reacio que era a
mostrar su amor en público ya que pensaba que un hombre como él y de esa época
no debía dedicar tiempo al amor solo a su estudios sobre educación y sus
criticas a la sociedad de la época.
Los dos autores a los que me he referido pertenecen
a la segunda generación de la escuela salmantina nacida entre las ideas
neoclásicas y las ideas liberales y prerrománticas. Como podemos comprobar
ambos son muy descriptivos haciendo honor a la poesía descriptiva que se da en
la poesía neoclásica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario