domingo, 30 de marzo de 2014

El amor erótico de Meléndez Valdés y el amor secreto de Jovellanos

El amor ha inspirado, a lo largo de toda la historia, a todo tipo de escritores; poetas, dramaturgos, filósofos…todos han amado alguna vez y todos han plasmado sus sentimientos en papel.
Esta vez me centraré en la visión que tienen algunos escritores del siglo XVIII sobre el amor y como lo plasman en sus textos, sobre todo me centraré en la escuela salmantina a la que pertenecen estos dos autores.
Empiezo por uno de los más ilustres poetas de esta época Juan Meléndez Valdés que aunque estudió Derecho sucumbió al poder de la escritura.
Este poema con aires de rococó muestra el lado más erótico del poeta, una moda a la que se unieron muchos autores del siglo XVIII.

Cuando mi blanda Nise
lasciva me rodea
con sus nevados brazos
y mil veces me besa,


cuando a mi ardiente boca
su dulce labio aprieta,
tan del placer rendida
que casi a hablar no acierta,

y yo por alentarla
corro con mano inquieta
de su nevado vientre
las partes más secretas,

y ella entre dulces ayes
se mueve más y alterna
ternuras y suspiros
con balbuciente lengua,

Meléndez Valdés sobrepasa los límites de la sensualidad anacreóntica con su poesía erótica, esta es una de las veintitrés odas que componen la obra Los besos de amor, en el que el poeta describe de la manera más real posible como es dar un beso utilizando un lenguaje evocador y muy subjetivo. El beso se va intensificando con caricias, abrazos…hasta que el poeta, como él mismo describe, es anegado por la gloria del amor, quizás describiendo la culminación del acto sexual. El poema llega a ser pornográfico si tenemos en cuenta las numerosas descripciones que nos da.


ora hijito me llama,
ya que cese me ruega,
ya al besarme me muerde,
y moviéndose anhela,

entonces, ¡ay!, si alguno
contó del mar la arena,
cuente, cuente, las glorias
en que el amor me anega.



Jovellanos, más dedicado a los ensayos y al género epistolar también escribió poemas de tema amoroso como este bello soneto A Enarda. En el le confiesa su amor, su pasión esperando que nadie más sea participe de este sentimiento que siente hacia ella para que nadie pueda burlarse.


Quiero que mi pasión, ¡oh Enarda!, sea,
menos de ti, de todos ignorada;
que ande en silencio y sombras embozada,
y ningún necio mofador la vea.

Sea yo dichoso, y más que nadie crea
que es con tu amor mi fe recompensada;
que no por ser de muchos envidiada,
crece la dicha a más sublime idea.

Amor es un afecto misterioso,
que nace entre secretas confianzas,
mas muere al soplo de mordaz censura;

y sólo aquel que logra, ni envidioso
ni envidiado, cumplir sus esperanzas,
colma su gozo y fija su ventura. 

 

En ese poema podemos comprobar lo reacio que era a mostrar su amor en público ya que pensaba que un hombre como él y de esa época no debía dedicar tiempo al amor solo a su estudios sobre educación y sus criticas a la sociedad de la época.

Los dos autores a los que me he referido pertenecen a la segunda generación de la escuela salmantina nacida entre las ideas neoclásicas y las ideas liberales y prerrománticas. Como podemos comprobar ambos son muy descriptivos haciendo honor a la poesía descriptiva que se da en la poesía neoclásica.

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